Decía la letra de «Enjoy the Silence» de Depeche Mode que las palabras están de más. Irrumpen en un mundo de silencio y rompen su armonía. Las palabras son un vehículo, más que un fin en sí mismo. Las palabras son un instrumento. Fluido y plástico, sí, pero un instrumento.

No es el único. Disponemos de todo un arsenal de recursos (voz, mirada, cuerpo…) al servicio de la narración. Un mensaje es mucho más que un concepto. Es mucho más que una consecución de palabras que definen una idea. Cuando fabricamos un mensaje construimos alrededor de la experiencia: la nuestra la usamos para construir historia; la experiencia del público la usamos para provocar emociones.

«La gente olvidará lo que has dicho, la gente olvidará lo que has hecho, pero nunca olvidarán como les hiciste sentir»

Maya Angelou

Si vamos a transmitir un mensaje a una máquina, la asepsia y la parquedad son, más que una norma, una necesidad. Por interesante que pueda resultar como idea una trama de cabeceras de mensajes de protocolo TCP/IP de internet expresadas como metáforas, hipérboles y recursos estilísticos poéticos, es poco útil.

El lenguaje de los seres humanos es, primero, el de las emociones. ¡Si es verdad hasta neurocientíficamente! Por eso, cuando estemos preparando un discurso, es importante que pensemos que queremos despertar y evocar, además de en el mensaje.

Cada frase puede ser una estocada o una caricia.

¿Puedes sentirlo? ¿Lo sientes?

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